lunes, 22 de abril de 2024

 

 



“Su nombre no está vinculado a un varón, no lleva el apellido de su padre o de su esposo, sino el de la ciudad de Magdala. Lleva por sobrenombre un topónimo, que es el de su lugar de origen”…

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 El culto mariano fue colocando gradualmente los atributos femeninos  dentro de la simbología mística, comenzó  a  feminizarse el concepto de Dios y el de su hijo:  “a partir de la sentimentalización de la maternidad y este “amar por vía suave” del alma-niño y de un Dios-Madre”.  La devoción medieval  por la Virgen María  abrió las puertas para que otras mujeres fueran veneradas  como María de Magdala, llegando a ser la santa más popular de la Edad Media. La “apóstol de los apóstoles” va ganado terreno dentro del fervor religioso.  La Virgen llegará a ser su antítesis, la de Magdala tan ataviada de los ideales eclesiásticos del pecado, el arrepentimiento, pasó  a ser  considerada una autentica evangelista que porta el mensaje gozoso de la pascua, y junto a su concepto de penitencia se va construyendo una nueva dimensión de la mujer y su feminidad. Haskins, en su ensayo “María Magdalena. Mito y Metáfora” menciona que la Virgen, por su perfección, no servía como modelo de arrepentimiento ni de penitencia, al contrario que la Magdalena en la que se podían ver reflejadas las mujeres reales.  Mujeres reales que exigían su derecho a la sexualidad y la independencia de su corporalidad. Aquellas que vivían libremente estos dos aspectos, a pesar de la sanción del hombre medieval, encontraron en María Magdalena una nueva oportunidad de  redención.

Los padres de la iglesia  se aferraban a definir  los cuerpos de las mujeres como imperfectos y  corruptos, que se regían por la pasión y estas características se encontraban  depositadas en el desdoro de la Magdalena. Mientras la iglesia tomaba a este personaje como un excelente ejemplo del arrepentimiento,  la mujer de Magdala se convertía en un  “icono feminista medieval”, ella cimentará los pilares de un nuevo cristianismo más abierto y libre para las mujeres. Como respuesta a este nuevo fenómeno devocional en los  siglos posteriores (XIV y XV) las mujeres gozarán de una propia espiritualidad femenina…

El cuerpo femenino tan penalizado en la Edad Media, fue  otro de los elementos que construyó el imaginario medieval, con el cual María Magdalena se acercó a su Salvador. Así lo explica Rosello en  “la corporalidad femenina en la historia de la salvación”: la humedad de sus besos, el llanto con que cubrió a su maestro, sus manos untadas del perfume del nardo; el verbo que apelaba al tacto, al oído, la vista, el olfato y al gusto. Eran el cuerpo y  la sensualidad de su persona los medios que le habían permitido aproximarse al redentor. El deseo de encontrase con lo que se ama, es un tópico tan frecuente dentro de la mística femenina,  a la par las mujeres también desarrollarán una  mística de la corporalidad; la repuesta de su amado Maestro a María: el “nolì me tenere”  implica también un control de los cuerpos de ambos. La encarnación del resucitado, incita nuevamente a los sentidos, pues toda relación humana en su primer momento es sensorial.  Como decía Aristóteles “nada hay en mi intelecto que no haya pasado por mis sentidos”.   

Todo lo relacionado a Dios  no tenía cabida en un cuerpo de mujer, pues éste era irracional e inferior, como lo definía Isidoro de  Sevilla. Recordemos el  evangelio apócrifo de Tomás: “Simón Pedro les dijo: que se aleje Mariham (María Magdalena) de nosotros...pues las mujeres no son dignas de la vida. Dijo Jesús: mira yo me encargaré de hacerla varón, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres”.

Únicamente renunciando a su sexualidad, a su feminidad, las mujeres medievales tenían la oportunidad de ser hombres virtuosos  y dignas portadoras de lo divino. Lo que conocemos como “virilizacíon mística”.  Pero María Magdalena no tenía nada de viril, en la Edad Media  fue un ejemplo de imagen de mujer dominante; su cuerpo joven reafirmaba lo femenino;  un cuerpo de mujer símbolo de resistencia de la corporalidad femenina… la historia de la cristiandad comenzó con ella, la primera testigo de aquella mañana, antes del momento de la revelación.

Para Teresa Forcades la continuación de los estudios de textos canónicos y apócrifos  nos permitirá construir una nueva realidad, la que  “atestigua el liderazgo de las mujeres en las primeras comunidades cristianas y atestiguan la oposición a dicho liderazgo” personificada en el apóstol Pedro”. Muy a pesar de quienes deslegitima a la tradición primitiva del cristianismo para negar obtusamente aún hoy en día el acceso de las mujeres a la totalidad de tareas y responsabilidades eclesiales…

 Pedro será el heredero no por méritos, sino por imposición" 

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