Para explicar esta relación
mujer-serpiente, al igual que con todos los asuntos relacionados con el cuerpo
femenino, existían dos teorías: la de los clérigos-filósofos y la médica. No
obstante, por circunstancias propias de la época, tienden a mezclarse dentro de
un mismo discurso. Quizá el elemento en común más importante de cada una de estas
teorías es la menstruación. Así como la investigación sobre el esperma
femenino, la menstruación se configuraba como una incógnita para el mundo
medieval, aunque sobre ésta, es claro, no se discutirá su existencia, pues era
un hecho.
Las menstruaciones eran llamadas
flores pues, “de la misma manera que los árboles no producen frutos sin flores,
así también las mujeres sin flores se ven privadas de su función de concebir”. Justamente
esa metáfora de las flores constituía la primera función atribuida a la sangre
menstrual, la de concebir. Es pertinente aclarar que dicha atribución no se
entiende de la forma actual, para ellos la sangre tenía varios cometidos, dentro
de ellos alimentar al feto mientras estaba en la matriz de la madre y como
humor femenino expulsar residuos e impurezas.
La segunda función está
directamente relacionada con la simbología de la serpiente y la expulsión de
dichos residuos. La mujer en el periodo menstrual se hace más impura que nunca,
la eliminación de las superfluidades de su organismo es análoga a la expulsión
de veneno, enfermedad y muerte.
¿Qué hacen las serpientes?
Engañar, morder y envenenar. ¿Qué hacen las mujeres? Tentar, obligar a pecar y
envenenar. Ellas “muerden y matan como una serpiente. Los orígenes
mítico-religiosos de la fisiología medieval crean una certeza sobre la relación
del periodo menstrual y la transmisión de veneno, en especial a través de los
ojos, los cuales revelan el interior. Se creía que durante ese periodo, la
mirada de las mujeres poseía capacidades atroces, por ejemplo, en el Tratado
sobre los sueños, citado por Jean Jacquart y Claude Thomasset, se dice que “en
la superficie de los espejos perfectamente limpios se forma como un vaho
sanguinolento si las mujeres dirigen su mirada sobre ellos durante la
menstruación”. Es interesante ver cómo de esta certidumbre surge uno de los
monstruos del bestiario medieval: el Basilisco, que se sabe, puede matar con la
mirada. Por otra parte, enfocando esta simbología serpiente-mujer desde las representaciones
artísticas, es posible ver cómo en la mayoría de casos serpientes tienen
rostros femeninos. La Iglesia se valió del arte para ilustrar los miedos y
pecados, y como las personas no sabían leer, la mejor solución para penetrar su
discurso fue a través de las palabras, representaciones e imaginarios. El
pecado tendría siempre rostro de mujer…
Fragmento del ensayo: Cuerpo de
mujer, fantasía de pecado,
De Marcela María Arango Carballo.
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