jueves, 18 de abril de 2024

 

Obra feminista de François Poulain de la Barret

Estudio de Daniel Cazès.

 Parte 1




“los milagros de Jesucristo son definidos claramente como tales en los evangelios, pero no constituyen el fundamento de ninguna argumentación, pues la razón exige evitar los milagros, lo misterioso, la superstición, lo absurdo, la ignorancia”

Para Poulain todo lo referente a las creencias religiosas debe analizarse de manera racional. Bajo su idea de “fe racional” se puede advertir la trasformación de sus categorías  feministas de igualdad y justicia bajo el desarrollo del concepto de “caridad”.

La caridad es el fin y la síntesis de la ley y de los profetas, es el fin de todo ministerio religioso, de sus enseñanzas, de la vida y la muerte. Así Dios debe ser caridad, la caridad que desarrolla Poulain. La primera etapa de nuestro pensador francés se sitúa en su “feminismo Juvenil” donde la caridad adquiere una perspectiva social, que está conformado por sentimientos  de sinceridad y equidad, lo opuesto al odio, a la opresión.

Como filosofo cristiano propone que todo debe ser regido bajo la modestia, el decoro y la honestidad. Bajo estas primicias publica tres obras feministas: Sobre la igualdad de los sexos. Discurso físico y moral donde se ve la importancia de deshacerse de los prejuicios, (1673); Sobre la educación de las Mujeres para la conducta del espíritu en las ciencias y en las costumbres (1674) y Sobre la excelencia de los hombres, contra la igualdad de los sexos. (1675), este último libro es una crítica al ideal de superioridad que posee el hombre, vale la pena mencionar que el título del libro es “deliberadamente irónico”.

 “La igualdad” su obra más famosa se publicó en Paris  en 1673 y desde su aparición provocó malestar en algunos “grandes pensadores”. En la introducción  de “la excelencia” menciona que varios hombres lo amenazaron con refutar las tesis de su igualdad, pero nadie publicó nada al respecto. Se sabe que su obra fue apreciada y valorada por las “prècieuses”, mujeres cultas de la alta nobleza que comenzaron a estudiar sus tratados, mujeres que frecuentaba o abrían salones aristocráticos, mujeres libres y radicales, en algunos casos, que reclamaban su derecho a la cultura, la educación, su acceso igualitario al mundo intelectual, que por mucho tiempo los hombres poseían.  

Un ejemplo de este acercamiento del pensamiento filógino  y  su receptor femenino  es “el Mercure galante” una publicación literaria dirigida a las mujeres de la elite francesa. En sus páginas las mujeres encontraron reconocimiento, como Elena Lucrezia Corner (Cornara o Cornaro) que se convirtió en la primera mujer en recibir un doctorado en filosofía de universidad de Padua, quien  en su tesis anotó que el “tratado de la igualdad de los sexos” de Poulain: “se demostrará hoy en la práctica como recientemente ha sido demostrada con sólidos razonamiento”.   

En 1727 Anne-Thèrese de Lambert declaró en su obra “Reflexions Nouvelles sur les Femmes” que los hombres usurparon la autoridad a las mujeres más por violencia  que por derecho natural, coincidiendo con la crítica de Poulain.

En 1750 Florent de Puisieux publicó una copia casi textual de la “igualdad” sin mencionar a Poulain  y con diferencias en la redacción bajo el título de “La femme n`est pas infèrieure àl`homme”.

La desigualdad y el sometimiento de las mujeres,  que observa Poulain, no obedece a ninguna ley natural de inferioridad biológica, sino que se construye a base de prejuicios: “Todas las leyes parecen haber sido hechas únicamente para mantener a los hombres en posiciones de privilegio… La diferencia de los sexos no concierne más que al cuerpo, pues solo él tiene que ver con la reproducción; la inteligencia no hace más que dar su consentimiento, y lo hace en todas las personas del mismo modo, por lo que hay que concluir que no tiene sexo”

El pensamiento Poulainiano poco a poco va encontrando eco en Jean- Jacques Rousseau, John Locke y Louis De Jaucourt y en la obra temprana de Montesquieu. En estos tres se encontraran reverberaciones de la Crítica feminista de Poulain. Rousseau leyó a Poulain aunque nunca lo menciona, como nunca se recuerda las expresiones feministas de Rouseau:

" los hombres están tan  impresionados por la grandeza y por la majestad, que son incapaces de apreciar las admirables hazañas  de las mujeres oprimidas y pisoteadas"

Al Igual que ningún historiador recuerda, o tal vez  olvidó deliberadamente, que Jaucourt (el colaborador más importante de Diderot) anotó en un ejemplar del “Tratado Sobre la igualdad de los sexos” que había escuchado a Montesquieu   expresar elevados conceptos sobre la obra de Poulain y considerándola una autentica obra filosófica.

El escritor suizo conoció la obra de Poulain a finales de los años cincuenta del siglo XVIII. Cuando fue secretario de una gran mujer: Louise- Marie- Madeleine Dupin. Quien preparaba su obra en defensa de las mujeres. Él fue el encargado  de las búsquedas eruditas sobre la educación, la amistad, la felicidad, el lugar de las mujeres en la historia, su condición femenina… todos los temas que necesitaba Madeleine Dupin para el desarrollo de su obra. Pero ninguna de las obras de esta mujer fue concluida y publicada y la historia fue olvidándose de ella, como también olvidó que ella fue la maestra de Rousseau.

El alumno inició un ensayo sobre la educación centrado en la que recibían las mujeres, en esta obra criticó a otro autor: François Fénelon, un teólogo y obispo católico, poeta y escritor francés quien le “atribuyó a  todas las mujeres defectos que solo tiene algunas”, éste desvaloraba la educación de las mujeres. Diciendo que un reducido currículum basta en los planteles de las niñas. Rousseau en lo que se asemejaba a una paráfrasis  más de Poulain, atacó y rechazó    los argumentos de Fénelon.  Por muy paradójico que parezca, este teólogo escribirá su libro “Tratado de la educación de las hijas”. La pedagogía de Fénelon es atrevida para su momento ya que propone un régimen moral educativo para dar a luz a una mujer de provecho desde la niñez mediante la adecuada instrucción tutelada, pero la pregunta obligada es ¿tutelada por quién?  . Las niñas, proponía Fénelon, deben instruirse para ser buenas mujeres, porque, la mujer no nace, sino que se hace mediante la buena educación ¿la educación masculina?




Para François Poulain de la Barret la educación que se ofrecía a las mujeres bajo un sistema patriarcal “aplacaba su valentía, para opacar su entendimiento, para llenarlas de vanidad y banalidades”.  Así la educación, concluye: “es la causa de la desigualdad” y  recomienda: “la mejor vía, la más natural para apartar a las mujeres del ocio al que se las ha reducido”.

¿Cómo entender qué incluso algunas mujeres piensan como los hombres que no están capacitadas? Es la gran incógnita de Poulain.

A partir de los paralelismos hallados por varios investigadores entre pensadores de los siglos XVII y XVIII con las obras de  François Poulain, resulta evidente que no fue un autor desconocido, aunque no estuviera entre los más afamados de su época. Él también fue un precursor de Ilustración, como muchos otros pensadores (hombres y mujeres) que, nuevamente, la historia no nombra, pero que aportaron en ella.

Gracias a Poulain se conocen más las categorías filosóficas, sociales y políticas de la igualdad. Ideas igualitarias referentes a cualquier sexo “prejuiciadamente interiorizado por cualquier sociedad, en particular a las mujeres que lo son en todas”.

(Poulain no es el pionero del movimiento feminista, como muchos investigadores lo quieren ver; él, junto a otros hombre de pensamiento filògino y junto a ellos, muchas mujeres de su presente y del pasado, fueron colocando los pilares de la igualdad. Sus ecos llegaron hasta los oídos  Olympe de Gouges, quien  en plena Revolución Francesa, exigió —en la Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana— un sistema jurídico basado en la igualdad entre hombres y mujeres. Pero la Revolución de los hombres le dio la espalda a las mujeres (tal y como lo hizo el Renacimiento siglos atrás) y la cabeza de Olympe rodó en la guillotina.

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