Obra feminista de François Poulain de la Barret
Estudio de Daniel
Cazès.
Parte 1
“los milagros de
Jesucristo son definidos claramente como tales en los evangelios, pero no
constituyen el fundamento de ninguna argumentación, pues la razón exige evitar los
milagros, lo misterioso, la superstición, lo absurdo, la ignorancia”
Para Poulain todo
lo referente a las creencias religiosas debe analizarse de manera racional. Bajo
su idea de “fe racional” se puede advertir la trasformación de sus categorías feministas de igualdad y justicia bajo el desarrollo
del concepto de “caridad”.
La caridad es el
fin y la síntesis de la ley y de los profetas, es el fin de todo ministerio
religioso, de sus enseñanzas, de la vida y la muerte. Así Dios debe ser
caridad, la caridad que desarrolla Poulain. La primera etapa de nuestro
pensador francés se sitúa en su “feminismo Juvenil” donde la caridad adquiere
una perspectiva social, que está conformado por sentimientos de sinceridad y equidad, lo opuesto al odio, a
la opresión.
Como filosofo
cristiano propone que todo debe ser regido bajo la modestia, el decoro y la
honestidad. Bajo estas primicias publica tres obras feministas: Sobre la
igualdad de los sexos. Discurso físico y moral donde se ve la importancia de
deshacerse de los prejuicios, (1673); Sobre la educación de las Mujeres para la
conducta del espíritu en las ciencias y en las costumbres (1674) y Sobre la
excelencia de los hombres, contra la igualdad de los sexos. (1675), este último
libro es una crítica al ideal de superioridad que posee el hombre, vale la pena
mencionar que el título del libro es “deliberadamente irónico”.
“La igualdad” su obra más famosa se publicó en
Paris en 1673 y desde su aparición provocó
malestar en algunos “grandes pensadores”. En la introducción de “la excelencia” menciona que varios
hombres lo amenazaron con refutar las tesis de su igualdad, pero nadie publicó
nada al respecto. Se sabe que su obra fue apreciada y valorada por las “prècieuses”,
mujeres cultas de la alta nobleza que comenzaron a estudiar sus tratados,
mujeres que frecuentaba o abrían salones aristocráticos, mujeres libres y
radicales, en algunos casos, que reclamaban su derecho a la cultura, la educación,
su acceso igualitario al mundo intelectual, que por mucho tiempo los hombres poseían.
Un ejemplo de
este acercamiento del pensamiento filógino y su receptor
femenino es “el Mercure galante” una publicación
literaria dirigida a las mujeres de la elite francesa. En sus páginas las
mujeres encontraron reconocimiento, como Elena Lucrezia Corner (Cornara o
Cornaro) que se convirtió en la primera mujer en recibir un doctorado en
filosofía de universidad de Padua, quien
en su tesis anotó que el “tratado de la igualdad de los sexos” de
Poulain: “se demostrará hoy en la práctica como recientemente ha sido
demostrada con sólidos razonamiento”.
En 1727 Anne-Thèrese
de Lambert declaró en su obra “Reflexions Nouvelles sur les Femmes” que los
hombres usurparon la autoridad a las mujeres más por violencia que por derecho natural, coincidiendo con la crítica
de Poulain.
En 1750 Florent
de Puisieux publicó una copia casi textual de la “igualdad” sin mencionar a
Poulain y con diferencias en la redacción
bajo el título de “La femme n`est pas infèrieure àl`homme”.
La desigualdad y
el sometimiento de las mujeres, que
observa Poulain, no obedece a ninguna ley natural de inferioridad biológica,
sino que se construye a base de prejuicios: “Todas las leyes parecen haber sido
hechas únicamente para mantener a los hombres en posiciones de privilegio… La
diferencia de los sexos no concierne más que al cuerpo, pues solo él tiene que
ver con la reproducción; la inteligencia no hace más que dar su consentimiento,
y lo hace en todas las personas del mismo modo, por lo que hay que concluir que
no tiene sexo”
El pensamiento
Poulainiano poco a poco va encontrando eco en Jean- Jacques Rousseau, John
Locke y Louis De Jaucourt y en la obra temprana de Montesquieu. En estos tres
se encontraran reverberaciones de la Crítica feminista de Poulain. Rousseau leyó
a Poulain aunque nunca lo menciona, como nunca se recuerda las expresiones feministas
de Rouseau:
" los hombres están tan
impresionados por la grandeza y por la majestad, que son incapaces de apreciar
las admirables hazañas de las mujeres
oprimidas y pisoteadas"
Al Igual que ningún historiador recuerda, o tal vez olvidó deliberadamente, que Jaucourt (el colaborador más importante de Diderot) anotó en un ejemplar del “Tratado Sobre la igualdad de los sexos” que había escuchado a Montesquieu expresar elevados conceptos sobre la obra de Poulain y considerándola una autentica obra filosófica.
El escritor suizo
conoció la obra de Poulain a finales de los años cincuenta del siglo XVIII. Cuando
fue secretario de una gran mujer: Louise- Marie- Madeleine Dupin. Quien preparaba
su obra en defensa de las mujeres. Él fue el encargado de las búsquedas eruditas sobre la educación,
la amistad, la felicidad, el lugar de las mujeres en la historia, su condición
femenina… todos los temas que necesitaba Madeleine Dupin para el desarrollo de
su obra. Pero ninguna de las obras de esta mujer fue concluida y publicada y la
historia fue olvidándose de ella, como también olvidó que ella fue la maestra
de Rousseau.
El alumno inició un ensayo sobre la educación centrado en la que recibían las mujeres, en esta obra criticó a otro autor: François Fénelon, un teólogo y obispo católico, poeta y escritor francés quien le “atribuyó a todas las mujeres defectos que solo tiene algunas”, éste desvaloraba la educación de las mujeres. Diciendo que un reducido currículum basta en los planteles de las niñas. Rousseau en lo que se asemejaba a una paráfrasis más de Poulain, atacó y rechazó los argumentos de Fénelon. Por muy paradójico que parezca, este teólogo escribirá su libro “Tratado de la educación de las hijas”. La pedagogía de Fénelon es atrevida para su momento ya que propone un régimen moral educativo para dar a luz a una mujer de provecho desde la niñez mediante la adecuada instrucción tutelada, pero la pregunta obligada es ¿tutelada por quién? . Las niñas, proponía Fénelon, deben instruirse para ser buenas mujeres, porque, la mujer no nace, sino que se hace mediante la buena educación ¿la educación masculina?
Para François
Poulain de la Barret la educación que se ofrecía a las mujeres bajo un sistema patriarcal
“aplacaba su valentía, para opacar su entendimiento, para llenarlas de vanidad
y banalidades”. Así la educación,
concluye: “es la causa de la desigualdad” y
recomienda: “la mejor vía, la más natural para apartar a las mujeres del
ocio al que se las ha reducido”.
¿Cómo entender qué
incluso algunas mujeres piensan como los hombres que no están capacitadas? Es la
gran incógnita de Poulain.
A partir de los
paralelismos hallados por varios investigadores entre pensadores de los siglos
XVII y XVIII con las obras de François
Poulain, resulta evidente que no fue un autor desconocido, aunque no estuviera
entre los más afamados de su época. Él también fue un precursor de Ilustración,
como muchos otros pensadores (hombres y mujeres) que, nuevamente, la historia no nombra, pero que aportaron en ella.
Gracias a Poulain
se conocen más las categorías filosóficas, sociales y políticas de la igualdad.
Ideas igualitarias referentes a cualquier sexo “prejuiciadamente interiorizado
por cualquier sociedad, en particular a las mujeres que lo son en todas”.
(Poulain no es el
pionero del movimiento feminista, como muchos investigadores lo quieren ver; él,
junto a otros hombre de pensamiento filògino y junto a ellos, muchas mujeres de
su presente y del pasado, fueron colocando los pilares de la igualdad. Sus ecos
llegaron hasta los oídos Olympe de
Gouges, quien en plena Revolución
Francesa, exigió —en la Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana—
un sistema jurídico basado en la igualdad entre hombres y mujeres. Pero la
Revolución de los hombres le dio la espalda a las mujeres (tal y como lo hizo
el Renacimiento siglos atrás) y la cabeza de Olympe rodó en la guillotina.
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